EL MUNDO MIRA A

CHILE

Bestias y relatos:

Conversación con Andrés Montero

Valentina Rivera B.

Porque contar un cuento es como quitarle el polvo a la experiencia humana. Contar un cuento es acercar el mundo al mundo.

Andrés Montero

Entre medio del Anchanchu, el Pichuén, el conocido Tue Tue, el Chonchón y hasta el mismísimo diablo es que transcurren estos relatos provenientes de todo Chile. En Bestiario de Chile (SM, 2023), Andrés Montero conversa, de alguna manera, con estos personajes habitantes de las distintas zonas del país, cuyas historias permean el discurso y las creencias colectivas. De la mano de Diego Donoso Suazola (ilustraciones), Montero crea una atmósfera propicia para la oralidad, aquella antaña práctica que nos ha enseñado a crear comunidad, enseñado a reunirnos y heredado historias que explican cuestiones fundamentales de la humanidad. La persona indicada para reflexionar al respecto es Andrés Montero (1990), escritor y narrador oral chileno que se ha dedicado fundamentalmente tanto a compartir la palabra como a escucharla. En el año 2020 publicó ¿Por qué contar cuentos en el siglo XXI?, libro que fue ampliamente bien recibido y que incluso se adjudicó una Medalla Colibrí (categoría teoría). Pero más allá de eso, el gran logro de este libro es volver a poner sobre la mesa una pregunta tan primitiva como olvidada, una pregunta que volvemos a revisar constantemente pues debemos mantenernos vigilantes ante cualquier desafío que ponga en peligro la palabra compartida, sin ningún otro formato de por medio que la oralidad. 

Andrés Montero

Cuentos y oralidad

Bestiario de Chile - Portada

¿Cuáles crees tú que son los principales desafíos de la oralidad en el siglo XXI?

La oralidad es una herramienta que tiene el ser humano para comunicarse, entre muchas otras, que también tienen sus propios desafíos. Lo que a mí me gusta de esta forma de comunicación es que permite y promueve el encuentro, porque es en el encuentro, en la comunidad, cuando hay palabra dicha y también escucha, donde mejor se entiende la humanidad. Entonces: entre menos oralidad, menos espacios de encuentro, y viceversa. Ahora bien, yo he abrazado una forma particular de oralidad, que es el arte de contar cuentos, desde donde puedo hablar mejor de desafíos. Considero que el principal en Chile es seguir mejorando la calidad de las presentaciones, porque no podemos darnos el lujo de hacer un trabajo que alguien considere muy malo: de ser así, esa persona podría pensar que lo que no le gustan son los cuentos contados, cuando probablemente no le haya gustado una presentación en particular. Es lo que tiene este que es ancestral y emergente al mismo tiempo: por tan conocido, termina resultando desconocido. 

La responsabilidad al contar un cuento es doble o triple. Nos jugamos muchos espacios, muchos lugares de encuentro. Hay que hacerlo bien, hay que saber defender una propuesta

En ese sentido, en Bestiario de Chile existe una clara propuesta de enfrentar la oralidad desde su forma más tradicional. El narrador de los pequeños textos que se enfocan en distintas ‘‘bestias’’ chilenas interpela de manera directa e íntima a lectores, y a pesar de que no tenemos mayor información de su figura, es una voz bastante familiar. Por medio de preguntas constantes, de expresiones como amigo, caminante, o frases como ‘‘Por Dios, la juventud de hoy’’, podemos reconocer en ese narrador a un abuelo, una madre o un padre, a algún mayor que nos compartió un relato alguna vez. Es una voz en quien podemos confiar y que no nos descuida, pues el lenguaje de Montero se articula de manera tal que nos hace sentir que estamos realmente en torno a un fogón escuchando estos relatos.

A pesar de ser un texto escrito, Bestiario de Chile posee un registro que invita al lector a leerlo en voz alta. Esto tiene total sentido, pues las ‘‘bestias’’ que allí se muestran provienen de la tradición oral. Desde el lenguaje, ¿cómo se construye un texto así, que se forma explícitamente para ser leído en voz alta?

Resulta que la gran parte de la información que utilicé para el Bestiario de Chile es oral. Tuve que recurrir mucho a mi memoria, pero también a anotaciones en mi libretita y a muchísimas grabaciones de conversaciones con gente de todo Chile. También revisé los libros de recopiladores fundamentales como Oreste Plath, Floridor Pérez o Sonia Montecino, pero sus fuentes también fueron orales, así que finalmente todo viene de la palabra dicha. ¿Cómo traspasar esto a un texto escrito? Se me ocurrió elegir un narrador colectivo (que habla en “nosotros” sin individualizarse nunca, o sea, es como si todos hablaran), porque representaba bien lo que pasa en una fogata o en una ronda de mate o vino navegado, donde un relato suele ser construido colectivamente, con aportes de todos los presentes. El resultado me dejó súper contento, porque efectivamente la gente me comenta que se puede leer en voz alta y que es como si estas voces se hicieran presentes en la propia voz del que lee, generando esa idea de que estamos en un fueguito bajo la noche. En términos técnicos, ayuda tener hartas interpelaciones al lector-viajero, porque la idea es que parezca que nos están hablando a nosotros como lectores: que estamos ahí.

Este es tu primer libro ilustrado ¿Cómo fue esta experiencia?

Fue muy choro todo el trabajo con Diego, porque en realidad somos coautores, entonces había que ponerse de acuerdo en hartas cosas: elegir un tono, una mirada, colores, paisajes. Si bien en lo práctico cada uno “hizo su pega”, nos complementamos mucho y creo que se nota en que el libro quedó muy bonito. Para mí era importante que las ilustraciones no fueran exactamente iguales a las descripciones que están en los textos, porque la oralidad es cambiante, no es igual en todas partes, y lo último que quisiera es que alguien dijera: “no, el diablo es así, no es asá, lo sé porque lo vi en un libro”. Eso sería malo, porque una de las gracias de las leyendas y la mitología en general es que nadie tiene la verdad del asunto, sino que hay muchas verdades, prácticamente una por cada persona. El hecho de que Diego se haya tomado libertades en la ilustración es perfecto, porque es otra mirada más, en ningún caso una definitiva, y el contraste con el texto explicita esta idea.

Bestiario de Chile - Ilustraci´ón

En efecto, las ilustraciones realizadas por Donoso establecen un ambiente que aluden al misticismo y misterio propios de este tipo de relatos. Donoso ofrece ilustraciones oscuras que otorgan especial importancia a los elementos naturales, los que también poseen protagonismo en el texto. Esa ambientación se logra en el libro por medio de estos dos códigos, pero en la oralidad el narrador busca el mismo efecto sólo haciendo uso de su voz. Esta habilidad es en realidad todo un oficio, un arte que se va nutriendo de lo contado, lo reunido y lo escrito. El mismo Montero ha incursionado exitosamente en la escritura, complementando su oficio de narrador.



La propia voz

¿Cuáles han sido los descubrimientos o aprendizajes más significativos en tu quehacer como narrador oral?

El principal es que todos los humanos somos también esos humanos que hace 40.000 años se reunían a escuchar cuentos para pasar el miedo, para inventarse mundos. Eso se nota en las caras de quienes escuchan: una absorción total, como si tuvieran la vista clavada no en el narrador, sino en el fuego. Es una cosa maravillosa. Lo otro importante tiene que ver mucho con los caminos y las estrategias que sigue una historia contada oralmente, porque me han sido muy útiles para ir poco a poco encontrando una voz narrativa propia en la escritura. El silencio, por ejemplo, que en la oralidad es absolutamente fundamental y que en la literatura cuesta hacerlo sentir. Yo he intentado darle espacio en mis libros, así como se lo doy en la oralidad.

Has recibido distintos reconocimientos por tu trabajo como escritor (Medalla Colibrí, Premio 2022 de la Academia Chilena de la Lengua, Premio Elena Poniatowska) y también has sido traducido a otros idiomas ¿Cuáles son los elementos de tu obra que consideras han llamado la atención desde la crítica?

No estoy tan seguro, pero creo que puede ser la simbiosis entre literatura y oralidad, que crea algo nuevo, o al menos renovado. En una época que aspira a la vanguardia, a lo experimental, yo reconozco que mi ambición es más arcaica: quiero aprender a contar bien una historia. Nada más, pero tampoco nada menos. Para lograrlo estudio y observo cómo lo hacen los buenos escritores, pero también los buenos narradores orales, los buenos guionistas, etc., y desde ahí propongo otras posibilidades, otros caminos narrativos, como en “La muerte viene estilando”. Sé que algunos críticos han visto justamente en este gesto “arcaico” algo diferente, y supongo que eso es lo que principalmente ha llamado la atención. También, para ser justo, es lo que detestan otros críticos, que no creen que haya nada nuevo, ningún aporte en lo que yo hago, que es pura nostalgia de un mundo que ya se fue. La verdad es que me hacen pensar.

La muerte viene estilando

El trabajo que se realiza en La Matrioska y Casa Contada ha estado vinculado con distintos territorios. Desde un punto de vista latinoamericano, ¿cómo visualizas el rol que posee la oralidad en nuestra región?

En Latinoamérica tenemos algo hermoso: un mismo idioma que tiene formas muy distintas de existir en cada zona. Yo diría que en realidad son dialectos. El dialecto chileno, el dialecto colombiano, etc. Una maravilla. Desde ese punto de vista, la oralidad de cada territorio resume su identidad, sus costumbres, lo hace único e irrepetible, y a la vez conectado con el resto del continente. Pasan muchas cosas por las carreteras de la oralidad, por llamarlas de algún modo. “La Llorona” podría ser un ejemplo de cómo funcionan esos caminos: un ser que se supone que es de México (donde, además, cientos de pueblos se disputan su pertenencia original), pero cuyo llanto se escucha en el cementerio de Petorca, según me contaba una señora hace poco. ¿Por dónde pasó la Llorona? Por los caminos de la oralidad. Es lindo ser una misma tierra atravesada por las mismas historias, que aparecen en cada lugar bañadas por la idiosincrasia local. La oralidad juega, aún, un rol clave en la posibilidad de este encuentro entre personas que habitan diferentes territorios a lo largo de Latinoamérica.

Finalmente, ¿qué palabra nos regalarías?

Resistencia. Especialmente en estos días en que a veces dan unas ganas tremendas de tirar la toalla.

Andrés Montero

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Valentina Rivera B.

Licenciada en Letras Inglesas y Profesora de Inglés, Pontificia Universidad Católica. Máster en Children’s Literature and Literacies, Universidad de Glasgow,

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