
Si los árboles hablaran, ¿Cuántas historias nos contarían?
EL MUNDO MIRA A CHILE
“Este lugar es mucho más que un espacio lector”, nos comenta al comienzo de esta conversación Gisela Schartaud, directora(s) de la Biblioteca Regional de Antofagasta.
Emplazada en la intersección de las calles Prat y Washington, frente a la Plaza Colón, la Biblioteca ocupa lo que alguna vez fue el edificio de los Servicios Públicos de la ciudad, y que aún alberga las dependencias de Correos de Chile. La construcción, de 1930, se realizó en un momento donde el gobierno chileno buscaba mayor presencia en un territorio anexado algunas décadas antes, luego de la Guerra del Pacífico.
Su materialización es, entonces, producto de la forma en la que se ha construido esta ciudad. En 2009, el edificio fue declarado Monumento Histórico y, desde ahí, ha venido una hermosa transformación: pasó de ser un espacio deteriorado y abandonado a cobrar vida, llenarse de risas y preguntas, al calor de la biblioteca que hoy alberga. Se convirtió en un puente entre la ciudadanía y el patrimonio.
Los años previos a la pandemia fueron eso. Un lugar lleno de vida, el reflejo de la comunidad, de los vecinos que los tres pisos de este edificio. Hoy, en la postpandemia, su directora espera poder ir, progresivamente, ampliando el horario y la capacidad de uso del lugar.
Pese a esos límites, Gisela confirma que se han mantenido “en un continuo contacto con la comunidad. Su cierre parcial ha sido un tema, porque la biblioteca es un espacio solicitado y se siente la ausencia”.
Antes de asumir la subrogancia, Gisela Schartaud era la Coordinadora de Extensión Cultural y Comunicaciones, desde ese lugar y en su vida, el patrimonio siempre ha sido uno de los ejes de trabajo. “Para mí ha sido importante trabajar en bibliotecas públicas. No es primera vez. Antes, fui directora de Biblioteca Viva en Antofagasta, que estaba emplazada en un mall, en este palacio del neoliberalismo, donde la cultura no siempre está posicionada, algo que fue una tremenda experiencia. Soy oriunda de la zona, conozco muy bien la realidad de la comunidad y del patrimonio en el que nos encontramos sumergidos”.
Por eso, agrega, que el rol de las bibliotecas en la comunidad es central. “Hoy son centros de información modernos, donde la información debe estar de libre acceso a la comunidad, relevando aspectos de la propia realidad cultural”.
Y en ese contexto, hoy ¿qué es ser nortino?, ¿qué significa ser de Antofagasta?
Somos parte de una región adosada al territorio nacional y eso no siempre ha sido muy bien comprendido. Desde el inicio, en esta tierra, han habido chilenos y extranjeros que con mucho esfuerzo hemos querido aportar al mundo patrimonial.
Hoy Antofagasta ya no está dormida culturalmente, ha tomado las riendas de su identidad. Hay varios centros culturales que han querido sumarse al trabajo, aportar desde las artes y el patrimonio.
Esta es una región extraña, porque es distante, desconocida y tiene una historia intrincada. En ese contexto, nuestro desafío es aportar en difundir nuestra historia para irla reconociendo y sintiéndola propia.
¿Cómo eso le da contexto al rol de la biblioteca?
Cuando uno llega al desierto más árido del mundo y nos sumergimos, a primera vista miramos esta geografía e impresiona el desierto. Muchas veces no vemos nada, pero eso no quiere decir que no haya nada. Hay un mundo. El desierto es misterioso, tiene otros lenguajes, formas y colores, en ellos está escondida nuestra historia pasada y reciente.
En ese contexto, nos gustaría involucrar algunas temáticas importantes como la migración, que no es desconocida para nosotros, porque fuimos un territorio conquistado por migrantes. Queremos rescatar esa historia. La mayor cantidad de gente que habita son chilenos de otras latitudes. Lo que quiero decir es que tenemos una historia recorrida con la migración y le debemos mucho a nuestros hermanos migrantes. Solos no hubiéramos podido y, como biblioteca tenemos un gran desafío de aportar para que los procesos de interculturalidad se den de la mejor forma posible, tomando en cuenta toda esta historia, el pasado, el presente y el futuro.
Otro de los elementos vitales que queremos destacar, tiene que ver con los derechos humanos en toda su expresión. Este territorio sabe mucho de eso. No solo por los hechos ocurridos en dictadura, sino también durante la Guerra del Pacífico y la fiebre del salitre. Este es un pueblo que se ha sacrificado de forma importante, donde los obreros han sido cruciales en el desarrollo de la zona, donde los minerales y su extracción han sido claves para el desarrollo de Chile.
También nos gustaría relevar nuestro patrimonio natural, la geografía particular que nos llama a ir en la búsqueda de información para ponerla a disposición de todos. Por ejemplo, nuestro cielo y la astronomía que no solo es importante para la región, porque esta combinación de desierto y cielos va a permitir avances científicos para toda la humanidad.
Tenemos que tomar todos estos aspectos y todo lo que hoy acontece en el mundo, poner en relevancia la historia de otros grupos humanos que también han sido invisibilizados, como las mujeres, o los niños, niñas y adolescentes. La diversidad geográfica se funde en la diversidad humana y este es un desafío maravilloso.
¿Cómo es mirar la cultura y crear agenda desde los territorios?
Yo me siento una mujer de regiones, una provinciana, una mujer del desierto y desde ahí siempre he reclamado el regionalismo. El centralismo nos tiene contaminados y se replica en la zona. Por ejemplo, estamos centrados en la comuna de Antofagasta y nuestro desafío es llegar a las 9 comunas, con todas las diferencias, porque vivir en Ollagüe no es lo mismo que vivir en Mejillones.
Hay una impronta de cambio y en eso yo creo que hemos estado trabajando desde hace tiempo. Nos faltan cambios estructurales. Debe modernizarse principalmente porque estamos lejos de las personas y necesitamos re-conectarnos, porque ellos son nuestra prioridad.
¿Cómo poder llegar al territorio con pocos recursos económicos y humanos? Esa es una pregunta que nos hacemos en una provincia dispersa geográficamente, ese es un desafío institucional, de fortalecimiento y de recursos para poder desempeñar nuestra función.
Eso va a definir cuál es la carta gantt que tenemos que recorrer en pos de la interculturalidad, pero eso no es magia, sino más recursos de todo tipo y tomando en cuenta las decisiones y considerando la opinión de hombres y mujeres que vivimos en los territorios. Esperamos que en los próximos años el avance se agilice.
¿Cuáles son los desafíos del segundo semestre?
Uno de los desafíos es poder hacer partícipe a todo el personal en las decisiones de la biblioteca. Hemos estado dos años alejados y eso nos ha hecho distintos.
También, una de las cosas más sentidas que he querido poner es en la participación de las personas, de la comunidad. En ese sentido, nuestra cartelera de extensión cultural es temática y así celebramos algo importante para el territorio, por ejemplo, marzo mujer y perspectiva de género, donde todas las actividades confluyen en torno a eso.
En octubre conmemoramos la memoria, porque lo hemos hecho desde el día uno. Nos parece que estos temas no han sido 100 por ciento resueltos en torno a la reparación y ahí tenemos un gran rol, porque no se trata solo de abrir la biblioteca, sino de posicionar estas temáticas con mayor fuerza y ahínco.
¿Qué palabra nos regalas?
Desierto, porque cuando uno habla de desierto cree que está solo, que no hay vida. El desierto nos hace estar ensimismados, poco abiertos a los demás, pero parte de los que somos. Detrás de ella se esconde un mundo por descubrir.
La fuerza se conjuga. Una característica propia del nortino. Características que con los años nos damos cuenta que tenemos y que con las distintas adversidades se ponen en evidencia. El desierto, el mar y el sol están conectados con esa fuerza.
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