
Bosque chileno: la literatura de naturaleza chilena a un clic de distancia
EL MUNDO MIRA A CHILE
Aprendo entonces los nombres de
las flores y de las plantas
Los insectos cumplen su función
Nada está de más en este mundo
El universo es una dualidad
lo bueno no existe sin lo malo
La Tierra no pertenece a la gente
Mapuche significa Gente de la
Tierra -me iban diciendo
— Elicura Chihuailaf
La gente de la tierra, los mapuche, cultivan una relación con la naturaleza desde el equilibrio, con un respeto sagrado por cada uno de sus elementos y diligencia en su cuidado. Desde la práctica y el lenguaje promueven ese ser de la tierra, comprendiendo al hombre en relación armónica con la naturaleza, un balance que se expresa mediante el concepto küme mongen, o buen vivir, un modo de vida que busca un equilibrio con todos los seres. Una manera concreta en que ese modo de vida se ha manifestado es la horticultura, entendida como una modo de agricultura que se dedica al cultivo de huertas. El pueblo mapuche no sólo posee un conocimiento especializado en huertas, sino que también vincula esa práctica con elementos espirituales, de manera congruente con su küme mongen.
Ese buen vivir está creativamente plasmado en Tukuka Wall Mapu Mew (El Habla de la Huerta), libro publicado por Orjikh editores este año y cuyo amplio grupo de trabajo incluye investigadores, sociólogas y jardines infantiles. El libro nace a partir de un proyecto ANID-Explora titulado ‘‘Huerteando cultivo mi cultura: La huerta como espacio de revitalización lingüística y cultural mapuche en la educación científica incial’’, en el que participaron los jardines infantiles We Rayen de Dehuepille, We Kimun y Emanuel de Padre Las Casas. El trabajo se focaliza específicamente en las huertas escolares de estos jardines interculturales bilingües en la región de La Araucanía. Las investigadoras Josefina Cortés, Romina Urra, María de la Luz Marqués, Rukmini Becerra, María Lara Millapan y el investigador Tomás Ibarra lideraron este proyecto durante el 2019 y que ahora se ve resumido, hasta cierto punto, en este texto. Josefina Cortés comenta que este proyecto buscaba contribuir a la formación biocultural de niños y niñas a través del uso intencionado de la huerta educativa. ‘‘En el camino se ha sumado mucha gente en la creación de este hermoso libro-obra, que esperamos sea una invitación a valorar los productos que la tierra entrega y que nutren nuestras memorias y cuerpos’’, señala Cortés.
En las publicaciones para infancias ha existido últimamente una tendencia por indagar en conocimientos indígenas. Josefina admite que este libro es una invitación a explorar, reflexionar y contribuir a la formación biocultural y revitalización de conocimientos mapuche, a través del trabajo cotidiano en una huerta (“el huertear”). Este es un conocimiento que ‘‘está vivo, se utiliza, se enseña y se nutre día a día en las comunidades. Intentamos armar una especie de guión sobre las plantas, hierbas, semillas, historias, prácticas y conocimientos en torno a la huerta en Wall Mapu y sus movimientos estacionales’’. Josefina también considera que lo más especial de estos relatos es que se cuenta a través de los mismos niños y sus ilustraciones, creadas al final de cada actividad del ciclo de la huerta. Así, comparte que ‘‘con este libro buscamos aportar a que los pichikeche, niños y niñas, sigan en búsqueda de los colores, de la lengua, de la fuerza del tiempo y de los ciclos de la tierra o mapu en relación recíproca con todos los seres vivos o itrofil mongen.’’
La gente de la tierra, los mapuche, cultivan una relación con la naturaleza desde el equilibrio, con un respeto sagrado por cada uno de sus elementos y diligencia en su cuidado. Desde la práctica y el lenguaje promueven ese ser de la tierra, comprendiendo al hombre en relación armónica con la naturaleza, un balance que se expresa mediante el concepto küme mongen, o buen vivir, un modo de vida que busca un equilibrio con todos los seres. Una manera concreta en que ese modo de vida se ha manifestado es la horticultura, entendida como una modo de agricultura que se dedica al cultivo de huertas. El pueblo mapuche no sólo posee un conocimiento especializado en huertas, sino que también vincula esa práctica con elementos espirituales, de manera congruente con su küme mongen.
El libro es declarado trilingüe, ya que está ilustrado y vocalizado en mapudungun, español e inglés. Esta propuesta cumple con distintos propósitos multimodales, pero probablemente lo más importante es la preservación del patrimonio lingüístico mapuche, al mismo tiempo que ofrece el español e inglés para que su comprensión y circulación sea amplia. Por medio de códigos QR en sus páginas, lectores pueden también convertirse en oyentes al ser llevados a los audios con la pronunciación del texto. Los audios poseen además sonidos representativos de cada estación del año, las cuales van siendo nombradas junto con sus respectivas cosechas. De este modo el libro se convierte en una experiencia amplia que apela a todos los sentidos mediante una simplicidad necesaria para lograr una conexión delicada con un texto que propone esa sencillez desde la riqueza de la tierra.
Temáticamente el libro se articula en función del ciclo anual de la huerta en el Wallmapu, el que incluye la época de trasplante o injertos, y la época de siembra. El recorrido comienza con rimu (el otoño), en donde ‘‘la cosecha se termina y la naturaleza nos enseña que a la tierra hay que alimentar y cuidar’’ (14), para luego transitar hacia el pukem, pewü y walüng (invierno, primavera y verano, respectivamente). El texto se detiene en cada estación para ir presentando palabras y frases referentes a cada estación, actuando casi como un libro-vocabulario, pero ofreciendo una propuesta desde una lógica narrativa clara y coherente. Así aparecen palabras que van desde frutos y objetos involucrados en la huerta, como también expresiones que transmiten la visión mapuche de la tierra. Aparecen, por ejemplo, palabras como kimeltuwun (traspaso de conocimiento), rewe (altar mapuche), e ileltun (nutrir). Los idiomas y dialectos contienen riquezas y conocimientos intraducibles, de allí la necesidad de una recopilación como esta, que se esfuerza por mostrar el mapudungun de forma auténtica, y de paso permite conocer la cosmovisión mapuche por medio de su lengua.
Este recorrido por la huerta es acompañado por ilustraciones simples pero altamente efectivas para transmitir la rusticidad y pureza de la tierra. Con trazos gruesos y colores suaves, en su mayoría, es posible experimentar las hojas que caen en el otoño, la tierra mojada o incluso el andar de ciertos animales. Algunas de las ilustraciones incluidas fueron realizadas por niños y niñas de los jardines infantiles involucrados en el proyecto. El resto fueron desarrolladas por Belén Chávez quien admite que fueron inspiradas en las que realizaron niños y niñas de la Araucanía. Es muy valioso – y necesario – que sean personas del mismo territorio quienes hayan colaborado en la creación de este texto, pues es a través de sus propias voces que el proyecto se hace auténtico. Muchos textos han sido ya producidos en base a visiones más hegemónicas del mundo y de la infancia, pero en esta ocasión son esas voces menos representadas en textos infantiles que nos cuentan (ya sea textual o visualmente) cómo es que perciben y habitan el mundo. Con respecto a las ilustraciones, Cortés considera que fue una de las partes más emocionantes del proyecto al estar relacionada con los niños y niñas de los jardines. Al ser este libro un fruto de experiencias realizadas en la huerta, según su ciclo y estaciones, poseyó por lo tanto una variabilidad tremenda. En el verano la cosecha es abundante pero en el invierno es tiempo de guardarse y descansar. Así, cada experiencia en los jardines tenía dos momentos: el primero era más bien lúdico, y buscaban sentir y trabajar en lo estimulante que puede ser una huerta. El segundo momento, comparte Cortés, estaba dirigido a expresar lo observado, mediante palabras, gestos y dibujos. Luego de eso vino el proceso creativo del libro, utilizando como insumo los dibujos para la realización de las ilustraciones de este libro.
Josefina espera que este proyecto muestre la posibilidad de articulación de la educación inicial, la agroecología y el saber mapuche. Al respecto, indica que al haberse realizado en el sur de Chile, ‘‘nos confirma que las comunidades mapuche son centrales en la educación de los niños mapuche, que las familias buscan tener un rol en la educación intercultural, y que el diálogo entre el saber científico escolar y el saber mapuche enriquece la motivación y participación de los niños y niñas’’. También resalta la importancia lingüística y cultural de estas experiencias, cuyo goce se ve reafirmado mediante la vinculación que los niños tuvieron con las actividades y también con el entorno natural cercano, además de ‘‘de la interacción directa con la naturaleza y personas sabias de la comunidad, como lo son abuelos y abuelas’’.
Tukuka Wall Mapu Mew (El Habla de la Huerta), es un libro que privilegia lo estético por sobre lo didáctico, sin descuidar la transmisión de conocimiento enraizada en el mundo mapuche y que, mediante el texto, se logra de manera descomplicada. Es un libro que nos acerca al fogón y nos invita a acercarnos al entorno con simpleza, humildad y ternura.
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