
Bosque chileno: la literatura de naturaleza chilena a un clic de distancia
EL MUNDO MIRA A CHILE
Desde Concepción, Fabián Rivas conversa con Fundación Palabra sobre su proceso creativo, las ganas de acercar sus libros a toda la región y de la importancia de la perseverancia como motor para desarrollar este oficio de ilustrador y escritor.
“Quiero empezar a escribir libros más largos”, comenta Fabián Rivas desde Concepción, ciudad donde hoy reside, mientras nos muestra Milo el Milodón (Barco de Vapor), un libro que nos remonta a la Patagonia chilena.
Para el ganador de cuatro medallas Colibrí (2017, 2019, 2020 y 2021), hoy es un momento especial. Cada día con menos temor a la escritura, dice que se está aventurando a nutrir de más palabras sus escritos en una carrera que nace de la mano de la ilustración.
¿Cómo te encuentras con la Literatura Infantil y Juvenil?
Fue cuando leí La piedra filosofal, primer libro de la saga de Harry Potter, que decidí que quería ser escritor. Poco a poco, me fui dando cuenta de que escribir me daba temor, que solo lo hacía para mí mismo. En ese proceso, contexto personal, ingresé a estudiar diseño, pero lo odié. (Nos cuenta entre risas).
Me pasó lo que les pasa a muchos de los que empezamos a estudiar diseño: entré porque creía que iba a dibujar mucho, pero solo tuve un taller de ilustración, ¡qué amé! Pero estaba muy enojado con mi elección de carrera, así que cuando salí, empecé a trabajar en el mundo de la publicidad.
Ahí pasaba algo súper evidente conmigo, porque mientras mis compañeros de trabajo disfrutaban de los comerciales argentinos, yo soñaba con las ilustraciones de Olea, de Montt.
Un día decidí seguir mi guata y tomé un taller con ellos (Montt – Olea). Desde ese momento seguí en el mundo de la ilustración. Primero, trabajé para muchos proyectos, hasta que decidí ser freelance.
¿Cómo defines tu personalidad como ilustrador?
Al principio tratas de imitar estilos, formas. En “la u” todos eran muy artísticos, intelectuales y yo nada. Yo quería llegar a la delicadeza o a lo que ilustraba Olea… y no, yo no soy así. Me sale mucho más el trazo más chistoso. Yo lo paso bien y me gusta que quienes lean mis libros, también lo hagan.
Eso me pasa, por ejemplo, con El gato travieso (Amanuta). Se me acercan mamás y me dicen que sus hijos disfrutan de leerlo, se ríen, y eso es lo que quiero que pase.
¿Y cómo te define el territorio, el paisaje se ve reflejado en tu obra?
Yo escribo lo que veo o en lo que estoy. En Milo el milodón me inspiré en las Torres del Paine. Me encantó el viaje y quise escribir una historia de eso.
Otro ejemplo de la importancia de la experiencia es ¿Qué hacemos con Valentina? que está inspirado en mi sobrina y tiene detalles que remiten a la experiencia vital. Es que, ¿sabes?, no sé escribir algo que no viva.
¿Pero la escritura y la ilustración no se dieron juntas?
No, para nada. Como te contaba, quería ser escritor, pero me daba vergüenza. Solo en 2015 empecé a escribir, motivado también por mi esposa. Me acuerdo que un día recibí un libro que había ilustrado y comenté que yo lo habría escrito diferente. Ahí, ella me dijo que perdiera el temor, que lo intentara.
Y así pasó. Al principio me daba mucho nervio. Mi inseguridad me hacía preguntarme siempre si estaba por el camino correcto, si lo estaba haciendo bien.
¿Y ahí empezaron a llegar las medallas Colibrí?
Sí. Imagínate. Es una emoción tremenda. Es saber que estás por el camino correcto. Un tremendo impulso, porque es el premio más importante que se entrega. Es increíble. Es decir: vas en el camino. Me da potencia de seguir, de inventar más historias.
Y esas historias, ¿cómo han sido recibidas en Latinoamérica?
La relación con mis libros ha sido bonita. Me ha tocado dar charlas con distintas universidades. Las personas han mostrado interés en ellas y gracias, por ejemplo, a Loqueleo hemos podido llegar a otros lados.
Ahora doy una charla para México. Me encantaría que se publicara mucho más en otros países, pero espero que esta sea una meta a futuro, que se va cumpliendo con cosas como en las que estoy trabajando con la editorial Panamericana en Colombia.
Mi idea es empezar a escribir para Latinoamérica y que los libros se vayan conociendo en distintos lados. Por ejemplo, Gato travieso, ha tenido más llegada, por el camino que hace Amanuta.
Además, pasa algo lindo, porque entre ilustradores y escritores se da un espacio de colaboración. He tenido la suerte de tener grandes maestras como Isol o Micaela Chirif.
La red está un poquito más enlazada. Falta, pero cada mundo LIJ es único y me encantaría que fuera más fluido. Yo creo que va poco a poco. Lo lindo es que todos son súper generosos con sus conocimientos. Por eso, si alguien sueña con escribir, con ilustrar, se va a encontrar con todos estos apoyos.
¿Qué palabra nos regalas?
Perseverancia. Yo no soy ni el más talentoso ilustrador ni el mejor escritor, pero la perseverancia es mi motor, el valor con el que impregnó mi vida y mi carrera cada día. Por eso les regalo esta palabra.
Agradecemos a Fabian Rivas por las fotografías e imágenes que acompañan esta conversación.
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Paula Campos C., periodista y diplomada en Periodismo Digital y Políticas Culturales desde el Territorio, es colaboradora de Fundación Palabra.
2021: Categoría Ficción Infantil
El mapa secreto de las cosas
Autores: María José Navia y Fabián Rivas
Editorial: Amanuta
2020: Selección Libros para Bebés
Tren animal
Autor: Fabián Rivas
Editorial: Gata gorda Ediciones
2019: Selección Narrativa Gráfica: Libro álbum
Mi extraño vecino
Autor: Fabian Rivas
Editorial: Loqueleo
2017: Selección Libros para Bebés
¿Dónde está mi tuto?
Autor: Fabian Rivas
Editorial: Gata gorda Ediciones
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