EL MUNDO MIRA A

CHILE

El Refugio Poético de Paulina Jara

Conversación

Valentina Rivera B.

Si hay dos cosas que Paulina Jara conoce bien, son la poesía y los intereses de las infancias chilenas. Su camino hacia sus más de 23 publicaciones ha llevado tiempo, pero ella admite que eso le sirvió para instruirse en áreas como la narración oral y la literatura infantil. Oriunda de Osorno y con preparación formal en teatro y educación, la autora chilena nos cuenta que en la literatura infantil ha encontrado un nicho en donde explorar ambas disciplinas.

¿Cómo partió tu relación con la escritura?

Yo siempre digo que escribo desde que tengo 7 años. A esa edad, mi papá me publicó un poema en el diario que era sobre la pérdida y el dolor, era muy profundo. Él vivía en Llolleo y yo en Osorno y lo echaba de menos, entonces, que él me lo hubiera publicado me hacía sentir importante. Mi papá cuando me visitaba me traía libros, él llegaba en forma de libro.

¿Cómo llegaste a publicar textos para infancias?

Primero estudié teatro pero me faltó un semestre para terminar la carrera. Luego estudié educación diferencial, pero ya al segundo año me pareció que no era para mí. Me vine a Santiago y mi primer trabajo fue en la Protectora de la Infancia como encargada de biblioteca. Llegué a una escuela de niñas y al entrar a la biblioteca, me leí todo y me enamoré de la LIJ. Luego hice un curso de narración oral con Cecilia Beuchat, quien siempre ha confiado y creído en mí. También hice un curso de literatura infantil donde conocí a Manuel Peña. Estudiaba mucho, hice un diplomado en pedagogía teatral, me mandé a hacer un kamishibai y  así partí. Pude unir la pedagogía que me gusta mucho con el teatro. Ahí dije que iba a unir LIJ y teatro y me convertiría en narradora oral. Así ha sido hasta ahora.

¿Y siempre has escrito poesía? 

Siempre han sido poemas y nunca lo hice porque quería trabajar como escritora, para mí era como respirar. Necesito escribir, no tengo más pretensiones ambiciosas que eso. Creo que cuando era más chica escribía cuentos de duendes o fábulas, era una forma de escape, pero en general siempre he escrito poesía.

Es valioso que te dediques exclusivamente a la poesía, cuando a menudo se privilegia más la narrativa

Sí, es que he tenido maestros que han creído en mí. Un profesor de un taller literario al que asistí en el colegio me mostró la obra de Vicente Huidobro y eso me inspiró. Comencé a copiarle la forma, las palabras, pero en realidad con muy poco fondo. De hecho, años después en teatro le mostré mis poemas a otro profesor y me hizo unas críticas muy rudas. Me dijo algo que me marcó, que para él la mujer más sofisticada era Violeta Parra porque escribía cosas profundas y simples.

En la poesía muchas veces se cree eso, que se necesita de un lenguaje muy elevado y que el significado tiene que estar lo más escondido posible.

Críptico, sí. Pero me considero una persona muy constante y perseverante, de verdad no me rindo. Soy consciente de las críticas hacia la poesía rimada, que actualmente está en desuso y que no vende tanto, pero así y todo soy afortunada de que han seguido publicando mis libros.

En efecto, las tendencias actuales en poesía gravitan con mucha más fuerza hacia la no-rima, y no solo en la poesía per se sino también en novelas. Ejemplos recientes de cada lenguaje son Enmirlada (Blanca Hernández y Beatrice Steele) un poemario juvenil ilustrado; y niña morena sueña (Jacqueline Woodson), una breve novela norteamericana escrita en versos no rimados y que explora la segregación racial en Estados Unidos. Esta tendencia ha sido valorada en los últimos años en el mercado editorial, la recepción crítica y en los distintos reconocimientos que existen para premiar obras en la LIJ. Se trata de un tipo de poesía que se aleja de las estructuras y reglas rígidas en torno al lenguaje, y que ha tenido una buena acogida probablemente porque es aparentemente más comprensible que la poesía tradicional. A pesar de ello, la poesía rimada parece no perder ni su valor, poder, ni alcance, al menos desde la recepción lectora del público infantil. Las rimas y juegos de palabras son entretenidos en tanto beneficiosos, pues presentan oportunidades para la metacognición, el reconocimiento de patrones fonéticos y una profundización semántica. Aunque si queremos alejarnos de nociones utilitarias de la literatura, basta con referirnos a la tradición que le precede a la poesía actual, la cual prueba constantemente que su vigencia no decae y que, por mucho que sean poemas infantiles, eso no necesariamente las convierte en infantilizantes. Referentes clásicos como Gabriela Mistral, o más contemporáneos como Mar Benegas demuestran la importancia de no perdernos de ese juego y de la habilidad por parte de escritores para configurarlas.

De hecho, el lenguaje de Paulina Jara es en varios sentidos un lenguaje mistraliano: en sus poemas se encuentra ternura, profundidad, referencias a lo natural y a lo espiritual. Aun cuando sus textos más reconocidos tienen la característica de ser juguetones, Jara ha publicado también libros que lidian con emociones más complejas, y es la misma rima la que actúa como una mediadora o como un vehículo para comprenderlas mejor, de una manera delicada y cuidada. Esas emociones o situaciones más complejas, Paulina las ha podido observar de cerca.

Mencionaste tu trabajo en la Protectora de la Infancia ¿influyó esa experiencia en tu obra?

Profundamente. Conocí historias de niñas muy golpeadas en la vida, cuestiones que me marcaron. En Chile existe aún mucha violencia y vulneración a los derechos de los niños. Este año tuve la oportunidad también de ser voluntaria en el Hospital Félix Bulnes y compartí con niños oxígeno-dependientes. Fue muy duro ver a niños abandonados por padres o en situaciones precarias de pobreza. Son infancias que son minorías y que no todos conocen. Por eso es importante, por ejemplo, la labor que realizan las escuelas hospitalarias, porque se les valora su derecho a la educación, se les devuelve la dignidad.

En Versos para una infancia que espera (Claraboya, 2021) se exponen esas preocupaciones, junto con otras problemáticas en la infancia: abandono, trabajo infantil, violencia, soledad, entre otras. Es un texto que no suaviza estas realidades, pero sí proporciona una sensibilidad para hablar de ellas: ‘‘A la ronda, ronda, ronda/ a la ronda de disparos/ por la población se cruzan/ como aves los balazos’’. 

Y es que por muy cruda que sea la realidad descrita, son infancias que merecen ser representadas, que necesitan su espacio en estos libros como cualquier otra historia con desarrollos más felices. Pero Jara también ofrece cierta contención, aunque sea mediante versos imaginativos: ‘‘Arrurrú pequeño/ de ambulante oficio,/ acuna la calle/ tu sueño de niño’’. Jara también explora la pérdida y la ausencia en otros textos, como en La Princesa Pálida Luna (Zig-Zag, 2013), un texto con imágenes coloridas pero que indaga en una experiencia difícil. La ternura de la palabra hace posible leerlo sin caer en la desolación, y es la misma autora quien reconoce su poder sanador: ‘‘a mí me rescataron los libros’’, comenta al respecto.

Otras publicaciones de la autora incluyen más humor, como La Princesa Zanahoria (Amanuta, 2019), el cual Paulina nos cuenta siempre tiene una excelente acogida durante sus sesiones de cuentacuentos con kamishibai. La protagonista de la historia está muy acongojada, pues es el día de su boda con un zapallo gigantón y ella no desea casarse. Sin embargo su haba madrina aparece y recibe ayuda para escapar de la situación. Similarmente, en Prohibido Decir Caca, Jara recurre al humor para conectar con su audiencia lectora, pero también con la función de entregar un mensaje importante y que se relaciona con las diferencias y la aceptación. En este relato, la gallina castellana está muy preocupada pues su hija está teniendo problemas en la escuela para encajar con el resto.

Otras temáticas abordadas en sus obras incluyen educación medioambiental (Pequeño Verde, Claraboya; Las Raíces del Bosque, Amanuta, Que se Bajen los Humanos, Claraboya), justicia (La Balanza Inclinada, Muñeca de Trapo; En la Guerra Plimplimplam, Edebé) y también adaptaciones de clásicos (Peter Pan, Mary Poppins, Amanuta). Todo esto siempre en verso. En definitiva, su trabajo representa un refugio poético, un lugar en donde se puede encontrar cobijo mediante la palabra.

Finalmente, ¿qué palabra  nos regalarías?

Esperanza. En mi vida las palabras han sido un camino de esperanza, como esa tabla en el mar que te levanta. Las palabras te levantan. Te hacen visualizar otra realidad, te hacen sentir la plenitud de la experiencia estética, que tú puedas encontrar un goce en una vida difícil, dentro del libro tu puedes encontrar una belleza que puede ser espiritual, una belleza que te salva de lo  que está pasando afuera, y así el arte en general. No nos dejemos opacar por el pesimismo que ronda el mundo. No perdamos la esperanza.


Su último libro Prohibido Decir Caca, ilustrado por Mercè Galí y publicado por la editorial Muñeca de Trapo, será lanzado este sábado 20 de enero a las 12:00 horas en BILIJ. Allí también podrás encontrar varios títulos de la autora, disponibles para préstamo.

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Valentina Rivera Bravo

Valentina Rivera B., Licenciada en Letras Inglesas, Profesora de Inglés, y Máster en Children’s Literature and Literacies, es colaboradora de Fundación Palabra.

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