EL MUNDO MIRA A

CHILE

Conversación con Jesús Diamantino:

"El terror toca fibras subversivas"

Paula Campos C.

El autor de El legado del Monstruo y Los que susurran bajo la tierra, se prepara para lanzar en agosto su primer texto de investigación sobre el terror. Antes que autor, Jesús Diamantino, doctor en Literatura, Director y profesor del Departamento de Expresión de la Facultad de Artes Liberales de la Universidad Adolfo Ibáñez es primordialmente lector y un apasionado por el género del horror.

“Mi relación profesional con la escritura fue bien particular”, nos adelanta en esta conversación virtual en la que conversamos del horror en Latinoamérica y cómo, históricamente, este tipo de novelas cautivan a los lectores más jóvenes.

¿Cómo llegaste al terror?, ¿por qué el terror?

Desde muy chico me llamó la atención, porque veía un potencial simbólico. Más allá de la fascinación de adentrarse en lo desconocido, es lo que significa, porque siempre es metafórico.

En entrevistas has comentado esto mismo: que atrapa porque tiene que ver más con el interior que con lo de afuera…

El terror tiene que ver con las cosas que nos acompañan. Con aquello que muchas veces desconocemos de nuestra propia identidad.

Un ejemplo no literario de esto: la última entrega de Stranger Things, cuando los personajes se dan cuenta de la importancia de la música. Al final, no es otra cosa que una metáfora de la depresión. Ese momento cuando uno piensa que no hay salida, que estás solo… Eso visualiza el terror: nuestras sombras. Y no las vamos a superar, sino que debemos lidiar con ellas. En ese sentido, el terror es terapéutico. Nos ayuda a ver esas amenazas que tenemos dentro, pero que no estamos mirando.

¿Qué pasa con el género terror y los jóvenes, los adolescentes?

Hay un vínculo cercano que no es algo actual, aunque nos parezca producto del vértigo de información en el que vivimos. Sin embargo, el gusto de los jóvenes por el terror no es contextual, desde sus inicios los cautiva. Por ejemplo, no es casual que Mathew Lewis escribiera El Monje de Gregory a los dieciocho años. Lo mismo pasa con Mary Shelley y Frankenstein o Lovecraft y Stephen King, que en distintos momentos de la historia han sido seguidos por jóvenes lectores, pero también modelos de inspiración para los autores de menor edad, 

Esto puede ocurrir porque el terror toca fibras subversivas, es revolucionario y esas son inquietudes de la juventud, por eso se crean esos lazos de empatía, fundamentales.

Hace un tiempo, fui invitado a participar en un estudio liderado por la Universidad Católica de Chile y las bibliotecas Vivo, del Metro de Santiago. En esta investigación se medía el interés de los lectores. Entre un 30 o 40 por ciento del interés era sobre literatura de terror. 

Hoy lo que vemos es que los jóvenes piden el terror clásico. Creo que eso tiene mucho que ver con la transmedialidad, porque hay personajes como Drácula que pueden conocer a través de juegos, de cómics, de videos y llegan a la lectura. Podemos ver estos monstruos clásicos en distintas plataformas.

Los jóvenes se identifican con los monstruos. Esto, incluso, por el proceso natural de crecer, donde existe un cambio identitario, de responsabilidades, que nos lleva, como humanos, a sentirnos solos y con la responsabilidad de seguir con nuestras vidas. Creo que eso, más las metáforas detrás de él, hacen que el terror sea preferido por los jóvenes. 

¿Y esos monstruos permanecen o mutan con el tiempo?, ¿Cuál es la estética del terror moderno en el mundo y Latinoamérica?

Antes de dar esta respuesta, me gustaría dejar el contexto de mi reflexión. Yo estudio terror chileno, latinoamericano, pero desde la mirada española. Los grupos de investigación a los que pertenezco, que estudian lo fantástico y el terror como parte de esto, son de la Universidad Autónoma de Barcelona y de la Universidad de León. 

Con esta anotación contextual, creo que el terror va cambiando según los procesos. Es dialéctico y cambia con la sociedad. Lo que yo creo es que el terror actual está muy volcado en lo cotidiano. Ya no es gótico, sino parte de nuestra vida cotidiana. Las amenazas están a la vuelta de la esquina.

El concepto freudiano de lo siniestro se vuelve real. Stephen King, por ejemplo, propone el terror como una metáfora de los miedos del ser humano común y corriente: miedo al empobrecimiento, a las relaciones tóxicas, a la soledad… eso significa en el terror actual. Hoy ya no importa salvar al mundo, como pasaba en las historias clásicas, porque el terror actual se enfoca en lo cotidiano.

En el caso puntual de Latinoamérica, es un terror que se ha vuelto muy político. Obras que tienen un escenario cultural de trasfondo. Entonces, el reconstruir una memoria histórica y, por ende, problemáticas sociales que antes no existían: marginalidad social, discriminación a grupos minoritarios, vulneración de los derechos de las mujeres. Esos son los hechos a la base de las historias que hoy nos asustan, porque el horror hoy está en las noticias, está en las fisuras sociales que dan cuenta de nuestro mundo actual. 

¿Cómo llegaste a la escritura de terror? ¿Cómo fue ese paso de investigador a creador?

Mi relación con la escritura no es muy prolifera. Escribía en el colegio y en la universidad, pero nunca fue con intención profesional, aunque siempre me interesaron estos temas. La escritura me pegó de golpe, porque junto con ZigZag nos aliamos para hacer la antología de El Legado del Monstruo, que nace como homenaje a Mary Shelley. Mi idea era convocar a escritores contemporáneos y fue ahí cuando Camila Dominguez, la editora,  me dijo que escribiera un cuento. 

Ahí me desperté. Dejé de estudiar y hacer clases sobre el género. Apliqué todo en mi propio proceso creativo y retomé proyectos, como es Los que Susurran Bajo la Tierra, libro que nace como guión cinematográfico, pero que lo adapté para que fuera una novela. 

¿Entonces hay una fuerte presencia de hipertextualidad en ella?

Sí, pero las principales referencias no son estrictamente literarias. Mis referentes acá son cinematográficos. Pensé en películas que me impactaron. Me encantan las películas que retratan instantes llenos de intensidad, de fluidez, entonces siempre lo pensé como película y eso que intenté replicar en la novela. 

¿Cómo te definirías como escritor?

Yo creo que me siento parte de una generación de escritores relativamente jóvenes que estamos llevando el terror a la crítica social. Muestro las fisuras sociales que me interesa escenificar. Soy parte de esa generación que no nos conformamos con la idea de mostrar un monstruo o imitar a alguien, sino que nos interesa que el terror tenga un potencial simbólico. 

Me considero con mucha consciencia conceptual y teórica. Para mí, como lector, lo más importante son los lectores. 

¿Además de tu creación como autor, en qué proceso de investigación estás?

Yo estudio la literatura chilena de terror, pero no la actual sino la del siglo XIX y la producida en la primera mitad del siglo XX. 

En agosto lanzamos Geografía del Miedo, un mapa del desarrollo del terror en Chile hasta la década del 50. El libro analiza el canon de la literatura chilena, mirando a autores como Baldomero Lillo, Marta Brunet, María Luisa Bombal.

La literatura de terror chilena se basa en las leyendas y el folclore local. 

El imbunche, la calchona, figuras fantasmagóricas o brujas y brujos, son parte de los que van a usar nuestros escritores de ese momento para retratar el terror. Monstruos muy propios de la identidad local y que siempre están lejos de las zonas urbanas. Están en el campo. Escenifican el miedo a lo rural. El campo como lugar incivilizado.

A fin de año, también, sale otro libro de investigación que tiene que ver con la influencia de Lovecraft en autores latinoamericanos. 

¿Cuál fue el último libro de terror que leíste?

Un cómic. Leí un manga: Uzumaki del maestro del terror japonés, escrito e ilustrado por Junji Ito.

¿Por dónde empezar a leer terror?

Siempre es bueno empezar con los clásicos. 

¿Qué palabra nos regalas?

Evanescencia. Porque el tiempo es evanescente. Hay poco tiempo para hacer lo que nos gusta, como leer terror. 

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Jesús Diamantino Valdés

Actualmente es Director y profesor del Departamento de Expresión de la Facultad de Artes Liberales. Sus áreas de investigación son la didáctica de la escritura, lo fantástico y el terror como manifestaciones estéticas en la literatura, el cine y la televisión.

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