
Nueva publicación IFLA – IBBY Internacional
CONOCE El Mundo El mundo
Aprender a leer y convertirse en lector son dos procesos conectados, pero distintos. En términos tradicionales, la alfabetización requiere como primer paso saber identificar las letras del abecedario, conectarlas con su sonido fonético y eventualmente crear palabras y oraciones.
Para este fin, los silabarios y los libros abecedarios han sido utilizados como una herramienta pedagógica fundamental que acompaña el proceso de la lectoescritura, tanto en la escuela como en espacios no formales de educación. No obstante, el repertorio actual de este tipo de libros da cuenta de una visión más ampliada en términos de creación, circulación y uso.
Queremos hacer un breve repaso por el formato y proponer recomendaciones recientes para explorar su versatilidad.
Por un lado, hay una utilidad innegable de estos textos en la adquisición del lenguaje escrito y sus convenciones. Existen estudios que evidencian la contribución de los libros abecedarios en la identificación de letras y sonidos, lo que luego resultaría en una buena comprensión lectora. Los libros abecedarios que tienen como objetivo enseñar las letras del alfabeto siguen un formato bastante simple: cada página contiene una letra individual acompañada de una o más oraciones que enfatiza el fonema asociado a esa letra. Hay otros que además incluyen imágenes representativas de las oraciones o de la letra (como por ejemplo un pato en la letra P o una sandía en la letra S) y que poseen la característica de representar objetos reales. Es decir, hay una suposición que asume que sería más fácil identificar el sonido de las letras si es que se presenta con una imagen realista de objetos que nos rodean.
Según Perry Nodelman, crítico LIJ canadiense, ese ‘‘juego de adivinanza’’ entre letra-sonido puede transformar estos libros en un tipo de acertijo que anima a los lectores a usar su conocimiento previo del mundo, de los sonidos y de las palabras. De este modo, la aparente simpleza de los libros abecedarios es en verdad un desafío bastante complejo para aquellos pequeños lectores que aún no adquieren del todo su propia lengua. Es esta misma complejidad del juego que denomina Nodelman lo que ha permitido que los escritores, ilustradores y creadores de libros hayan producido versiones más sofisticadas del género, enfocándose más en la naturaleza creativa del libro y su arte. Es así que este formato pasó de tener una utilidad pedagógica concreta a ser un espacio más para crear una experiencia lectora completamente distinta que juega con los temas, la materialidad y la estética.
Si bien no caben estrictamente dentro de la categoría de libro abecedario, se relaciona a los silabarios con ellos pues su propósito es bastante similar: la instrucción sistemática de las letras, sílabas, palabras y oraciones.
Los silabarios han habitado también muchas aulas en el mundo de habla hispana específicamente ya que, tal como Nodelman señala, los libros abecedario han predominado históricamente en el mundo anglosajón. En Hispanoamérica, en cambio, y producto de la herencia española, adoptamos más universalmente el uso del silabario en el proceso de alfabetización.
Chile para niños destaca aquellos que fueron utilizados por niñas y niños de nuestro país. Un ejemplo de estos silabarios es El Ojo, también conocido como El silabario Matte, heredado del nombre de su autor, el educador Claudio Matte. Comenzó a circular en el año 1884 y fue muy innovador en su época, ya que fue el primero en la enseñanza chilena que propuso separar cada palabra por sílabas para luego agruparlas de nuevo y volver a la palabra. Este método sería después replicados por otros textos del mismo estilo.
Luego vendría el Silabario Hispanoamericano (1953) de Adrián Dufflocq, el cual sigue siendo distribuido hasta el día de hoy. El material de estudio usa la línea clásica de representar letras y sonidos. Tal como su nombre sugiere, es mediante la separación de sílabas que va enfatizando las letras, acompañando cada página con una ilustración representativa de lo que se lee.
Otros silabarios que se destacan son los silabarios campesinos o, bien, que se apoyan del estilo de vida del campo para entregar ejemplos en las oraciones. Esto demuestra los esfuerzos realizados por los autores por instaurar el lenguaje y su aprendizaje en un contexto significativo de comunicación, aterrizado y atendiendo a las necesidades de sus lectores de la época.
En la galería imágenes de: Silabario Hispanoamericano (1953), El lector americano (1881) y Silabario del huaso chileno (1940).
Hay muchos abecedarios que siguen el formato más tradicional en donde se presenta cada letra junto con una palabra u oración que la contenga. A pesar de que la producción de este tipo de abecedarios se mantiene, hay algunos que han logrado mantenerse vigentes o que han destacado por su atractiva propuesta.
Uno de ellos es el ABC de Dr. Seuss (1960), el escritor estadounidense que es conocido por jugar con los sonidos de las palabras, las rimas y las frases sin sentido. Este libro es uno de los primeros en ser nombrados cuando se habla de abecedarios. Juega bastante con la repetición constante de sonidos y con la incorporación de situaciones y personajes ilógicos, como vemos en la ilustración del cocodrilo de la tía Annie.
Más recientemente, otro autor anglosajón ha producido una versión imaginativa de este formato clásico. Oliver Jeffers publicó en 2016 Érase Una Vez Un Alfabeto, el cual él mismo escribió e ilustró, al igual que Seuss. En este alfabeto Jeffers ofrece pequeños relatos para cada letra. Así, ocupando una o dos planas logra distribuir el texto y las ilustraciones de tal manera que se articula una historia, en vez de escribir palabras u oraciones aisladas desconectadas entre sí. Jeffers pone los relatos en el centro, desligándose de la repetición de sonidos y de la identificación de palabras sin una narración de por medio.
Por otro lado, en América Latina también contamos con grandes exponentes de este formato. Y no solo eso, sino que los abecedarios poseen un espacio tal en la LIJ, que uno de ellos desarrollado por escritoras argentinas se llevó el prestigioso galardón Bologna Ragazzi Award en el 2015. Ruth Kaufman y Raquel Franco escribieron Abecedario. Abrir, bailar, comer y otras palabras importantes en el año 2014, y sus ilustraciones estuvieron a cargo de Diego Bianki, las cuales son simples pero alegremente vibrantes. Puedes ver el book trailer aquí.
En este abecedario, las autoras acentúan palabras como dar, nacer, mimar y querer, al mismo tiempo que las conectan con frases como dar de corazón, nacer de una semilla o festejar a lo grande. Uno de los aspectos que diferencia este abecedario de otros es que en las ilustraciones se pueden observar niñas y niños diversos, también el mundo animal y la flora. El listado se enfoca principalmente en verbos y, como señala Kaufman, fue importante para ellas encontrar verbos que tuviéramos en común los humanos con los animales y con las plantas.
Otra argentina que ha explorado este formato es la escritora e ilustradora Isol, quien en 2015 publicó Abecedario a mano. En este libro plasma su estilo artístico particular (trazos simples, ilustraciones con texturas y técnica mixta) y su sensibilidad con la palabra. Todo esto le permite ofrecer ilustraciones que, a pesar de ser simples, son lo suficientemente creativas como para poder evocar distintas reacciones en el lector e incluso formular nuevos relatos a partir de ellas.
Finalmente, un último ejemplo que nos gustaría mencionar dentro de esta categoría más tradicional es Alfabeto ilustrado bilingüe español-italiano de Francisca Yáñez y Alice Rifelli (2017). Lo compartimos dado el uso que se le ha dado a estos libros en contextos bilingües, en donde se utilizan para comparar y distinguir dos códigos distintos. En el caso de Alfabeto ilustrado bilingüe, como se trata del español y el italiano, existe además una conjugación casi musical o poética al leer las palabras. Así, la palabra cantar toma una entonación distinta cuando se transforma en cantare, o cuando cambiamos una canción de cuna por una ninnananna.
Una de las maneras en que los libros abecedarios ha evolucionado es en la orientación específica hacia un tema. En estos textos que podríamos denominar como abecedarios temáticos, escritores e ilustradores hacen de cada letra un hilo conductor para desarrollar un tema o profundizar en alguna categoría, que puede ser desde el arte a los perros quiltros de Chile. Si comparamos los inicios de los abecedarios como textos instruccionales al artefacto artístico que es hoy, podemos apreciar la gran distancia que existe tanto en la utilidad que se le entrega como en la libertad para jugar con el formato.
El primer abecedario temático que queremos destacar es el de Montserrat Solervicens. Como su título sugiere, cada letra informa sobre una especie de suculenta o cuidados de ellas, entregando sus características y ficha técnica. Las páginas contienen una mezcla de ilustraciones botánicas y fotografías de las distintas suculentas que se mencionan. Este abecedario es, además, una especie de manual para el cuidado de estas plantas e incluso contiene una ruta de lectura al inicio que indican qué letras seguir según: tu experiencia con suculentas, las estaciones del año, lo práctico o teórico, la etapa de vida de la planta y según las partes de la planta. Incluso podríamos catalogar este libro como uno de no-ficción, uno de los tantos espacios que los abecedarios logran compartir debido a la manera en que se ha flexibilizado su formato.
Otra área del saber que se hace presente es el arte. En ABC de las Artesanías (2016) del Museo de Arte Popular de México es tradicional en el sentido que resalta una palabra en cada letra, pero innovador en cómo las representa visualmente. Cada palabra va acompañada de un artefacto construido por artistas mexicanos. De este modo, vemos que en la palabra Diablo hay una figura confeccionada artesanalmente que es claramente una interpretación mexicana del personaje.
Otro ejemplo más didáctico es el abecedario A is for Art (2019) de Sabrina Han, que hace una aproximación a obras mundialmente reconocidas, específicamente pinturas, y que escoge un objeto para referirse a cada letra del abecedario. Aunque está en inglés, hay algunas traducciones que se acoplan al español, como ballerina y bailarina u ocean y océano. Cada pintura viene con su correspondiente título, autor y fecha de creación, además de preguntas dirigidas a los lectores como: ¿qué está haciendo la bailarina? ¿cuántas manzanas puedes contar en la pintura? Esto le entrega el tono didáctico al texto, aunque no por eso infantilizador.
Algunos creadores y artistas chilenos se han aventurado en el mundo de los abecedarios, dedicándose a temas particulares. En el ABC Ilustrado de los Quiltros (2019), el artista Jorge de la Paz crea un imaginario en torno a todos aquellos caninos sin raza que habitan las calles de Chile, que muchas veces no poseen dueño, ni hogar ni nombre. Los perros callejeros existen en todo nuestro país, y de la Paz los homenajea entregándoles un nombre y características personales. Así el Vagabundo Fiel Pelo Sucio ocupa la página de la letra V y nos enteramos de su historia y del por qué recibe ese nombre: no se separa de su dueño jamás, con quien vive en la calle.
Las chilenas Trinidad y Valentina Silva publicaron en el 2018 el Abecedario Etimológico. La Historia de las Palabras, libro que explora el origen de las palabras con explicaciones completas y amigables. El libro se da el tiempo también de explorar la repetición de los sonidos, como el sonido /G/ para la palabra Gente, en donde se menciona a la gente genial y la gente gentil.
Pero probablemente el abecedario más representativo de nuestro país y cultura es ABC Chile. Abecedario Nacional Ilustrado (2018) de Grafito Ediciones, en donde cada letra hace referencia a algún objeto, tradición, figura, actividad o costumbre chilena. Es por eso que sus palabras incluyen Marraqueta, Once, Cordillera, Valparaíso, Gabriela Mistral y, por supuesto, Quiltro. Si bien es una producción nacional, los artistas que participaron en este abecedario no fueron exclusivamente chilenos. Algunas ilustradoras invitadas fueron Powerpaola, María Luque e Isol. Este abecedario es, además, un libro para compartir, ya que cuenta con texto en español, inglés y francés.
En la galería ilustraciones de: ABC Ilustrado de los quiltros (2019), Abecedario etimológico (2018) y ABC Chile. Abecedario Nacional Ilustrado (2018)
Los últimos tipos de abecedarios que invitamos a indagar son aquellos que han innovado libremente y han transformado este formato en productos individuales y únicos. Primero tenemos a I SPY ABC de Manuela Ancutici, el cual a pesar de estar en inglés, puede ser utilizado en cualquier idioma. Cada letra está representada visualmente por una serie de objetos: juguetes, legos, frutas, dulces, etc. que conforman la letra. El libro da algunas sugerencias para el lector como contar algunos objetos o buscar uno escondido. Sin embargo, se puede prescindir de la traducción y jugar libremente con las imágenes.
Con un peso similarmente visual, The Z was Zapped (Chris Van Allsburg) y Alphabet City (Stephen Johnson) hacen de cada letra el elemento central de la página. Es decir, no hay oraciones que las acompañen que se enfoquen en los sonidos, o en el caso de Alphabet City, simplemente no hay texto. El abecedario de Van Allsburg muestra cómo cada letra está siendo afectada por algo; mordida por un perro desvaneciéndose en el aire. Es solo al leer la siguiente página que el lector entiende qué es lo que le sucedió a la letra.
El libro de Johnson, por otro lado, es una propuesta exclusivamente visual. Cada fotografía muestra algún elemento de la ciudad y que, si ponemos suficiente atención, podremos descubrir la letra que allí se oculta. Este abecedario galardonado por la medalla Caldecott es un libro que invita a buscar letras por todos lados, un ejercicio que requiere nuestra vinculación con el entorno. Estos dos últimos libros fueron publicados antes de los 2000, lo que demuestra que la noción de Nodelman con respecto a la popularidad de este formato particularmente en los países anglosajones es precisa. Esto también puede explicar, de cierta manera, que hace más de 3 décadas estos artistas estaban ya innovando y transformando este formato.
Si bien los silabarios y abecedarios han constituido un material fundamental para el desarrollo de la lectoescritura, hemos comprobado que puede al mismo tiempo ser un producto estéticamente atractivo y complejo, que nos puede llevar a jugar e interactuar con el libro mismo y con nuestro entorno. Aprender a leer es un proceso ya complejo, pero lograr transformarnos a nosotros mismos y a otros en lectores, lo es aún más. La buena noticia es que no estamos solos: siempre hay libros y escritores dispuestos a tomar lo que está establecido y transformarlo en experiencias creativas y placenteras que nos acompañan en el proceso de aprender.
COMPARTE ESTE RELATO
Valentina Rivera B., Licenciada en Letras Inglesas, Profesora de Inglés, y Máster en Children’s Literature and Literacies, es colaboradora de Fundación Palabra.
… ese ‘‘juego de adivinanza’’ entre letra-sonido puede transformar estos libros en un tipo de acertijo que anima a los lectores a usar su conocimiento previo del mundo, de los sonidos y de las palabras. De este modo, la aparente simpleza de los libros abecedarios es en verdad un desafío bastante complejo para aquellos pequeños lectores que aún no adquieren del todo su propia lengua.
COMPARTE ESTE RELATO
CONOCE El Mundo El mundo
CONOCE El Mundo Experiencias internacionales
BILIJ Biblioteca Interactiva Latinoamericana Infantil
Ismael Valdés Vergara 368, dpto. 11
Parque Forestal
Santiago de Chile
Código Postal 8320089
SERVICIOS
CONTACTO