EL MUNDO MIRA

CHILE

Los cuentos de los cuentos

Elisa Villanueva P.

Por qué contar cuentos en el siglo XXI
Andrés Montero (2020)
Editorial Casa Contada, Santiago de Chile

Desde nuestra más tierna infancia escuchamos historias. El cuento antes de dormir o las historias que relataba algún familiar durante la sobremesa. Escuchamos aventuras y fantasías; escuchamos relatos de personajes creados, que luego dibujábamos en nuestra mente, o de personas reales y conocidas, de las que descubrimos algo que no sabíamos; escuchamos leyendas que nos permitieron comprender cosas, soñar o incluso tener miedos que antes no habíamos experimentado.

Las historias circulan en el aire y eso no es fortuito. Hay quienes se han encargado de mantenerlas vivas, porque probablemente hubo una que les impactó. Tal vez quien les contó el cuento fue alguien muy querido o simplemente quieren compartir lo que les hace sentido. Sucede que estos cuenteros o narradores existen, no son cuento, y en Por qué contar cuentos en el siglo XXI se manifiesta el testimonio vivo de esta “resistencia” como muchas veces se declara en el libro. Andrés Montero convoca a narradores de distintas nacionalidades a reflexionar sobre el oficio de la narración oral en la actualidad.  En el prólogo de Nicole Castillo, narradora y compañera de Andrés en Casa Contada, se hace parte de este grupo de “militantes de la palabra” y nos invita a reabrir el proceso de escucha. Luego, Montero enfatiza en cómo el escuchar historias nos revela lo importante, cuando estamos tan acostumbrados a vivir bajo el ritmo de lo ‘urgente’. Con esta invitación se inaugura el libro y nos dispone a parar y escuchar, ya no solo los cuentos que trae esta resistencia, sino los cuentos de los cuentos. 

En el comienzo de este recorrido, distintos narradores rememoran experiencias en que las historias permitieron que las personas se conocieran mejor; situaciones en donde la escucha los humanizó. Luego, las reflexiones apuntan a cómo los cuentos funcionan como un espacio de memoria e identidad y que, a pesar de lo disímiles que puedan ser las personas, finalmente contamos los mismos cuentos, recordándonos que formamos parte de una comunidad y quiénes somos en este mundo: “Descubrimos una vez más que somos la misma raza atravesada por las mismas historias” (p.40). 

En el capítulo III somos testigos de distintas vivencias de narradores en espacios privados de libertad y cómo el escuchar historias puede ser un vehículo de escape, comunicación y también una oportunidad. Esto último es lo que ocurre con un preso que, luego de un taller de narración, adopta este oficio como suyo, lo profesionaliza y finalmente lo dignifica durante su proceso de reinserción. 

La cultura náhuatl define al narrador como “aquel que hace hablar hace ponerse de pie a las cosas” (p.59), lo que nos lleva a reflexionar en los siguientes capítulos sobre la imaginación y la creatividad, así como también en la capacidad que tienen los cuentos de mitigar y acompañar en el dolor, destacando la magia que existe en la escucha de cuentos y cómo cada cual tienen el súper poder de imaginar lo que quiere en su cabeza. Al terminar la lectura en el último capítulo se analiza la necesidad de escuchar historias y cómo estas son decisivas para la conformación de una comunidad. 

El trabajo que hace Andrés Montero con este libro quizás no es urgente, pero sí es importante. Reúne a esta comunidad de “militantes de la palabra”, probablemente alrededor de un fuego en el que, desde las distintas dimensiones desarrolladas en cada capítulo, atestiguan cómo la narración oral trasciende del momento de la escucha desde la emocionalidad más íntima, hasta el sentimiento más comunitario.

Quisimos seguir en este proceso de la escucha y conversamos con el autor sobre algunos temas que quedaron resonando luego de la lectura de su libro. En cuanto al rol de la narración oral en las bibliotecas, Andrés cree que la narración oral de cuentos es la “actividad estrella” del fomento lector:

“Mientras nadie los lee, los libros no son más que un objeto como cualquier otro. Viven cuando son tomados, leídos. Entonces, al hacer narración oral le estamos dando vida a ese libro, le estamos poniendo un foco para que los usuarios de la biblioteca digan: mira, existe este libro, me interesó esta historia, voy a leerla luego directamente de la fuente. Me ocurrió en la biblioteca CRA de una escuela en Fresia: conté un cuento tradicional, ‘Juan Pereza’, y al terminar me di cuenta de que un libro que lo contiene estaba ahí, en un estante («Cuentos de siempre para niños de hoy», de Floridor Pérez). Es un libro viejo, sin mucho atractivo para los niños, pero se los mostré y les dije: lo que les conté, está en este libro. Tengo a Nicole, mi compañera, por testigo: los treinta niños se me tiraron encima para quitarme el libro, me hicieron un montoncito. La bibliotecaria me dijo que nunca nadie había mirado, leído, ni menos pedido prestado ese libro. Ahora estaba vivo otra vez, gracias a la narración oral”.

Sobre el papel de la narración oral en los programas de fomento lector nacional, declara que se siente orgulloso de lo que pasa en Chile y plantea dos desafíos:

“Tenemos una de las mejores redes de bibliotecas de Latinoamérica (de lo que yo he observado en otros países, al menos). Bibliotecas que son lugares de encuentro, con colecciones grandes, con buenos sillones y hasta estufa a leña en el sur. Hay una excelente producción de libros, desde lo autoral hasta la edición. ¡Más de 300 editoriales independientes en un país pequeño! El programa Bibliometro, las Bibliolanchas, en fin, me siento contento. ¿Qué falta? Tenemos un desencuentro entre fomento lector y educación, porque desde el Mineduc se pide que los niños y niñas estén leyendo de corrido a fines de primero básico y esa experiencia es traumática. Eso es un error. ¿Cuál es el apuro? Todos los estudios indican que los niños y niñas deben aprender a leer después, que primero solo debe ser narración y folclor para que se enamoren de las historias y después aprendan a leer para encontrarlas. Ese desencuentro hay que arreglarlo algún día. En segundo lugar, necesitamos que los libros y los cuentos regresen al hogar: que las madres, los padres, los abuelos, se hagan cargo del fomento lector. Si no es a través de libros, sí a través de historias orales. Para eso hay que apagar los televisores y celulares y disponer de un tiempo al día. Esos son grandes desafíos”.

Para terminar, quisimos que nos comentara sobre la importancia de contar historias hoy, en este Chile tan efervescente y revolucionado. Montero expresa que le parece que estamos vivenciando el inicio de un camino de reconstrucción de la confianza y el tejido social:

“Cabe recordar que las comunidades humanas siempre han tenido su momento de encuentro al calor del fuego, donde aparecían las historias. Las historias, los cuentos contados, nos encuentran, nos unen, tejen relaciones humanas. Nunca como antes fue tan importante volver a contar, a contarnos, tanto en lo público (bibliotecas, parques, plazas, teatros) como en los propios hogares. Las historias nos recuerdan quiénes somos y qué caminos podemos elegir. Soy un convencido de que, entre más espacios de encuentro tengamos, más firmes serán los lazos entre los coterráneos. Y uno de los mejores y más antiguos espacios de encuentro son las historias contadas de viva voz”.

Fotografía de Kevin Erdvig en Unsplash

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Elisa Villanueva P., Licenciada en Letras, y Master in Books and Digital Media Studies, es colaboradora de Fundación Palabra.

Para conocer más del autor

Andrés Montero es escritor y narrador oral, Director de Casa Contada.

Puedes conocer más de esta interesante comunidad en su web y redes sociales: @casa_contada.

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