
Cecilia Pisos. Poesía para la infancia
EL MUNDO EXPLORA A Latinoamérica
Nacida en Lima, Perú, lugar donde aún reside, Micaela Chirif ha desarrollado un trabajo poético que tiene en su centro las distintas maneras de experimentar la infancia.
Pero también su obra es lo suficientemente amplia como para apelar a aquel lector más adulto, quien puede sentirse interpelado por la sensibilidad con la que navega distintas emociones.
Los más de 20 libros publicados por Chirif (en su mayoría libros álbum) transitan entre el humor, la nostalgia, la creatividad y la inocencia. La delicadeza, sin embargo, que la autora posee con la palabra hace que su repertorio de obras sea cohesivo, pues encuentra en cada registro su voz auténtica e imaginativa. Esta amplitud y profundidad la ha hecho receptora de distintas distinciones: en el 2010 y en el 2014 fue incluida en el catálogo White Ravens, en el 2016 recibió una mención de la medalla Colibrí por ¿Dónde está Tomás?, y este año fue incluida en los mejores del Banco del Libro con Cristina juega.
Recientemente visitó Chile y no solo tuvimos el privilegio de recibirla en BILIJ, sino que también pudimos conversar con ella sobre su lenguaje, inspiraciones y visión de infancia.
La lectura y la escritura van siempre de la mano, aunque se dice que primero llega la lectura. ¿Cómo fue eso para ti?
Apenas aprendí a leer, leía todo: diarios, carteles, el empaque del arroz, bolsas, etc., porque si no leía todo sentía que me perdía algo del mundo. El hecho de leer me parecía tan milagroso. Fui una lectora muy voraz desde pequeña, tuve acceso a varios libros y a nadie le importaba lo que yo leyera. Un acercamiento a la lectura muy natural y muy espontáneo.
Considero que esa libertad está muy bien plasmada en tus libros. Hay una visión de infancia contenida allí muy potente ligada a la libertad para crear y sentir…
Mi infancia no fue idílica, entonces cuando todo falla alrededor tuyo… el espacio de libertad que te queda es tu cabeza, y con tu cabeza tú puedes hacer lo que se te dé la gana. Entonces es un espacio que nadie puede quitarte, tu cabeza es irrenunciable. De alguna forma intento resistirme a trabajar sobre esos temas que se ponen de moda o aquellos temas que se supone que tendrías que escribir, porque pierdes la libertad de escribir lo que se te da la gana.
A propósito de libros específicamente infantiles, ¿cómo percibes las infancias peruanas? Entendiendo que cada territorio tiene una multiplicidad de infancias
El Perú es un país, como muchos países latinoamericanos, muy fragmentado en términos étnicos, de clase, económicos, entonces es bien difícil tratar de hablar y decir cosas generales porque hay muchas infancias peruanas que no forman parte de mi experiencia personal. El Perú es un país en donde hay una diversidad enorme de infancias, algunas de ellas mucho más sometidas a la discriminación, al abandono, a la pobreza, que otras. En este país, a diferencia de lo que ocurre en Chile, aún tenemos un problema de desnutrición muy grande, también tenemos un problema de abandono escolar que se agudizó durante la pandemia, una deserción escolar que como en muchas partes es mayor en el caso de las niñas, violencia en contra de niños y niñas que sabemos son como el eslabón más débil de la cadena. Pero si hay algo en común, es haber vivido una época de mucha violencia política, mucha incertidumbre, de mucha inseguridad también.
Y en la literatura existe un espacio de libertad creadora. También hay una apertura para interpretar: en tus libros se explica muy poco, se deja al lector construir. En Dentro de una cebra, o En una canción que no conozco, por ejemplo, hay dos temas que pueden ser fuertes de enfrentar, pero esa apertura al significado es una buena mediación.
Es la manera en la que pienso. Me gusta mucho no tener que explicar demasiado, poder hacer una escritura más fragmentaria, que tiene que ver con la manera con que percibimos las cosas y en general percibimos las cosas de manera fragmentaria. Trato de escuchar esa percepción original que tenemos de las cosas y que la dejamos un poco de lado. Lo comparo con el haiku, que busca ser un poema que reproduce una imagen externa. Yo lo que trato de hacer es crear un haiku de una imagen interna, no de una imagen externa. Entonces de qué manera se expresa la percepción tratando de no tamizar esa percepción por todo los prejuicios y conceptos que tenemos, bajo los esquemas que normalmente pensamos, sino que esa percepción más desnuda, más personal, más subjetiva de alguna manera, y que sin embargo nosotros percibimos como una objetividad muy apabullante.
En Una Canción que no conozco, la narradora expresa las maneras en que se comunica con un amigo muerto. Mientras que Dentro de una cebra deja entrever que se trata de alguien en prisión. Con respecto al primero, podemos notar cómo es que Chirif efectivamente hace uso de esa percepción natural a la que alude para escribir sus textos:
Hubo un momento después que falleció mi pareja anterior en que sonó el teléfono literalmente, contesté y escuché unos sonidos muy extraños, y mi primer pensamiento fue ‘‘es él que me está llamando’’. Es absurdo, pero esos pensamientos que tenemos todos los descartamos inmediatamente, porque son absurdos, no encajan con la manera convencionalmente aceptada que tenemos de interpretar el mundo, pero qué pasa si asumimos esas imágenes o esas interpretaciones un poco extrañas que tenemos de la realidad, que tenemos todos los días, y las seguimos, les damos un peso de realidad en vez de descartarlas.
Me parece que alguna vez escuché decir a Liliana Bodoc que los humanos habitamos más el mundo poético que el racional. Es importante que los ingenieros, los historiadores e incluso los políticos nos expliquen el mundo, pero que cuando salimos a la calle en verdad habitamos mucho más el mundo poético que el racional…
Porque en general son percepciones que no son completamente discursivas, y yo no creo que sean poéticas en el sentido que a veces asumimos lo poético como falso, falso en el sentido que no es una verdad científica. No, es igual de verdadero y objetivo, solamente que de una perspectiva distinta. Nos acercamos al mundo para interpretarlo de distintos registros, y no es que un cierto registro necesariamente sea más válido, si hay distintos registros con los cuales convivimos todos los días. Nosotros interpretamos la realidad desde diferentes ángulos todo el tiempo y vamos cambiando de registro pero por alguna razón hemos interiorizado que solo uno de esos registros es válido o está por encima de los demás.
De hecho, tú trabajas con dos registros muy particulares: el de la escritura y el de la ilustración. Sin embargo, tú no ilustras tus obras. ¿Es difícil ‘‘entregar’’ la obra a los ilustradores?
En muchos casos yo he escogido a los ilustradores; me gusta mucho participar de ese proceso
Antes tenía mucha obsesión por que el texto quedara igual a como yo lo tenía pensado. Luego me fui relajando y eso me permitió trabajar más con editores e ilustradores. Le añaden más capas de sentido, hacen su propia lectura de mis textos. Ahora disfruto mucho de las sorpresas, con qué me voy a encontrar.
Lejos de crear una propuesta incoherente, la diversidad en las ilustraciones le entregan una autenticidad muy propia a sus textos, y una diversidad necesaria para poder moverse en esos diferentes registros que menciona.
Tu obra me recuerda mucho a María José Ferrada: lenguaje poético y profundidad con que se abordan los temas; y también la variedad de temas: humor, entretención, poética. Puedo pensar en la necesidad que tenemos de esa variedad y no por eso es menos sensible o menos importante. A veces el humor se ve como algo muy burdo, pero en tu caso esa versatilidad llama mucho la atención porque está bien lograda: poder crear un libro tan juguetón como es Desayuno y por otro lado uno tan profundo como Una canción que no conozco.
Me gusta mucho probar muchos registros. En cualquier oficio, pero especialmente en el de describir o el de ilustrar, uno corre el riesgo de encontrar una fórmula que funciona y empezar a repetirla. Cada libro que una hace lo tiene que hacer de verdad, o tiene que intentar en la medida de lo posible dejar algo de sí, sino es como una traición. Cuando uno escribe, uno corrige el mundo, la escritura no es un reflejo de uno mismo, uno trata que la escritura sea mejor que uno mismo, que el mundo sea mejor, no desde un sentido moral o ético, sino, desde la estética. Para que la experiencia que era extraña o que no acababa de tener sentido en la realidad, de pronto la escritura la ordena, le otorga un sentido, le da un valor estético.
Y desenvolverte en la literatura infantil ¿te ha permitido eso?
Mucha gente cree que falta tener una anécdota interesante para tener un libro o un cuento, cuando yo creo que en realidad la literatura es mentalmente una forma, porque si hay algo en la literatura, es un espacio que te permite desvincularse de tener que estar pegada a los hechos, corregir, crear, recrear los hechos. Entonces en ese sentido, es un espacio enorme de libertad.
Finalmente, ¿qué palabra nos regalarías?
‘‘Y’’ (ríe), porque me permite continuar y seguir añadiendo.
Agradecemos a Micaela por la generosa donación de gran parte de sus publicaciones. ¡Todos ellos se encuentran en la colección BILIJ! Están esperándolos para que los lean, los pidan prestados, viajen a sus casas, vuelvan y sigamos disfrutando su lectura.
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Licenciada en Letras Inglesas y Profesora de Inglés, Pontificia Universidad Católica. Máster en Children’s Literature and Literacies, Universidad de Glasgow, especialización en libros álbum y gramática visual. Ha colaborado en la revista literaria de la Facultad de Letras PUC, ESLA (English Studies in Latin America), y en espacios informales de fomento lector. Se ha desempeñado como profesora en diversas instituciones educacionales.
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