
Bosque chileno: la literatura de naturaleza chilena a un clic de distancia
EL MUNDO MIRA A CHILE
Nuestras vidas están rodeadas de todo tipo de objetos: cotidianos, funcionales, sentimentales, tecnológicos y un gran etcétera que no alcanza a enumerar todos los artefactos que conforman nuestras realidades. En efecto, todo este conjunto de ‘‘cosas’’ se conectan con nosotros a nivel social y cultural, al mismo tiempo que pueden informar sobre realidades sociales pasadas, si es que las observamos históricamente. La cultura material es definida como los elementos físicos que abarcan los objetos de todos los días, producidos por humanos y que están interconectados por la cultura y la vida social.
La literatura infantil y juvenil no solo es un campo que está ligado de manera muy estrecha con la cultura material, sino que además este aspecto es una de las cosas que, muy probablemente, distingue a la LIJ de otros géneros. El origen de la relación entre estas dos áreas tiene distintas versiones, pero hay una que aparece más frecuentemente y es la que se refiere al editor británico John Newbery, también considerado como el padre de la literatura infantil. Newbery introdujo por primera vez un libro dirigido a niños: Little Pretty Pocket-Book, que fue distribuido en Inglaterra y su compra incluía un juguete (una pelota para los niños y un alfiletero para las niñas). Paulatinamente, esto dio origen a un nicho editorial y comercial que se mantiene hasta hoy, pero también dio inició a un entramado entre la literatura para niños, la cultura material y el juego, la que se ha expandido e intensificado en los últimos siglos.
Colección de Juguetes Tradicionales de Manuel Peña Muñoz
Cuando hablamos de objetos de o para la infancia, lo más intuitivo es pensar en juguetes. Efectivamente, son esos los artefactos que nos aproximan a la entretención y que son también utilizados para el aprendizaje. Consecuentemente, la historia del juguete en Chile ha estado ligada a la educación, pero también a procesos sociales y nociones de infancia, las que fueron lentamente heredadas de la cultura europea.
Karen Plath Müller Turina: Los juegos tradiciones y sus proyecciones pedagógicas.
Existen distintos trabajos que nos ayudan a trazar la historia del juguete y el juego en Chile. El conocido folclorólogo y activista cultural Oreste Plath se dedicó, entre otras cosas, a recolectar los juegos tradicionales chilenos. Su trabajo fue sucedido y complementado por su hija Karen Muller Turina, quien nos compartió este material en donde reflexiona sobre el juguete chileno, los juegos y sus aproximaciones pedagógicas.
Por otro lado, en Juguetes: 100 años de fabricación chilena, Juan Antonio Santis elabora un recorrido del juguete en Chile, desde su llegada al país a su expansión en la industria nacional. Allí, Santis explica que algunos de los primeros juguetes en convertirse populares fueron las muñecas de porcelana, sus vestidos y casas, tacitas de té, carrozas, caballos de madera, soldaditos de plomo y objetos de tipo militar, como rifles y tambores. Estos juguetes eran en su mayoría traídos a los niños y niñas como regalos desde Europa por familiares o conocidos. Sin embargo, en un principio eran solo accesibles para aquellos provenientes de familias más ricas y años más tarde se fueron masificando. Ya en 1922 se popularizó la importación de juguetes para ‘‘niños de condición modesta’’ (Santis, 2010), y con ello comenzaron a aparecer los caballos de lata, bolitas o canicas y las muñecas kewpie.
Con la expansión de la industrialización la producción se volvió menos escasa y más accesible. De a poco la fabricación de juguetes encontró un espacio en la producción nacional. Entre los años 1930 y 1970 comenzaron a masificarse aún más los juguetes de madera, los sets de cocina de aluminio y enlozados (las ollas Fantuzzi sacaron su propia línea infantil llamadas ‘‘Fantuzzitas’’) y también se hicieron populares las muñecas de papel y los juegos recortables, tales como las que aparecían en la revista chilena El Cabrito y Mampato.
Fantuzzitas: set de cocina de aluminio
Algunas iniciativas estatales permitieron que más niños y niñas del país tuvieran acceso a juguetes. Entre ellas la denominada ‘‘Pascua de niño pobre’’ de la época del presidente Pedro Aguirre Cerda o la creación del Comité Nacional de Navidad, las cuales daban asistencia social a familias vulnerables, y esa ayuda incluía la entrega de juguetes. De esta manera, niños y niñas de localidades rurales recibieron autos o tacitas de plástico para navidad. De acuerdo a Santis, en las zonas rurales o más pobres las muñecas de trapo llegaron a ser un juguete popular. Otras confecciones artesanales de la época incluían cascabeles de alambre y tapas de botella, camiones de madera y pistolas de fierro.
Así, poco a poco, comenzó a existir una mayor oferta de juguetes y también de productos para niños y niñas, tales como revistas, juegos y dibujos animados. Esto supone una visión de la infancia como un espacio para cultivar la creatividad y la entretención, la que luego también sería vinculada con el aprendizaje y procesos didácticos. Cabe destacar también que hasta ese entonces existía una división clara entre los juguetes ‘‘para niños y para niñas’’, en donde a las niñas se les relacionaba con juegos ligados al cuidado de la casa y la familia, y a los niños con juegos de guerra o de acción. Estas diferencias se han ido desdibujando lentamente, tanto en los artefactos como en las historias infantiles, lo que claramente da cuenta de un cambio en la visión de los roles femeninos y masculinos que estuvieron históricamente vistos en oposición.
Ya en la época de los 80 se logra un tipo de fabricación de juguetes que se asemeja a la oferta actual. Un ejemplo de ello es Otto Kraus, una famosa juguetería que distribuía juguetes como las tacitas Patricia y el famoso camión Goliat, y que también se encargaba de importar juguetes extranjeros como la conocida muñeca noventera Rosalba.
La historia del juguete en Chile incluye materialidades como la hojalata, madera, el papel y el plástico, junto con juguetes simbólicos de cada década, dentro de los cuales destacan los soldaditos de plomo, autos de lata y plástico, y muñecas de todo tipo. Las infancias son múltiples, diversas e imposibles de agrupar en una sola descripción, pero en el caso de las infancias chilenas podría decirse que por mucho tiempo hubo una distinción material muy marcada entre aquellas que se desarrollaban en la ciudad (específicamente en los barrios altos), y las que se desenvolvían en los espacios rurales. Pero ya sea en una muñeca de cerámica o en una carreta construida de madera y lata, detrás de esos artefactos hay una tradición e historia que trascienden lo simplemente material y pasan a formar parte de nuestra memoria compartida.
Agradecemos a Manuel Peña Muñoz, director y colaborador de FP, por haber compartido parte de su colección privada de Juguetes tradicionales chilenos.
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Valentina Rivera B., Licenciada en Letras Inglesas, Profesora de Inglés, y Máster en Children’s Literature and Literacies, es colaboradora de Fundación Palabra.
Pero ya sea en una muñeca de cerámica o en una carreta construida de madera y lata, detrás de esos artefactos hay una tradición e historia que trascienden lo simplemente material y pasan a formar parte de nuestra memoria compartida.
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